Ni los rascacielos de Punta del Este, ni los ranchos de Cabo Polonio. La Pedrera está justo en el medio, en distancia y actitud, y tiene todo lo que uno busca para relajarse: chivitos a la plancha y buñuelos de algas, clases de surf para todos los niveles, atardeceres sobre el mar, bares, tiendas y ateliers de artistas locales que abren sus puertas a los curiosos. Cruzando la laguna de Rocha, sobre la ruta 10 que conecta los balnearios desde Montevideo hasta el Chuy, La Pedrera es un “destinazo” para bajar varios cambios y recargar pilas.
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Uruguay no tiene la fama surfera de Brasil, pero viene asomando. En la playa de los Botes, con fondo de piedra y bien resguardada de los vientos del este, hay un monumento a Vispo Rossi, el primer surfista uruguayo, que montaba las olas sobre puertas, colchones inflables o cualquier superficie plana y flotante que tuviera a mano. Tanto en el desplayado como en la playa del Barco se puede surfear y tomar clases.
Sobre la calle principal, perpendicular al mar, hay restaurantes, bares, tiendas hippie-chic y ateliers de artesanos y pintores uruguayos. Y para cuando cae la tarde, el spot son los bancos sobre la rambla sur, donde la gente espera el momento en que el sol baja y se derrite en el mar hasta desaparecer. A veces, el espectáculo emociona tanto que merece el aplauso de los presentes.
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